Nuestra identidad empieza desde mucho antes que nacemos. Es en el acto sexual en donde se pronuncia nuestra primera sentencia, lo que me hace preguntar si realmente tenemos libertad o solo es una figura inalcanzable e ilusión del hombre como podría comparársele a un iris. Gracias a la combinación de genes de los que fuimos concebidos para la creación del cuerpo físico es el aforismo de nuestras capacidades, de las cuales no podemos escondernos ni cambiarlas. Así mismo los genes hereditarios nos proporcionan una confiable referencia de los estímulos externos para la comparación de los dichos con la libido y aversión. En esta primera parte de nuestro nacimiento del que, recordemos, por el marco legal no somos considerados como humanos – aunque ya hemos sido dictaminados gran parte lo que será nuestra futura identidad – también, ya, se determina que tan proclive somos en percibir una emoción.
En la niñez aún no somos capaces de razonar, ni de la abstracción necesaria para comprender está cualidad tan humana. Sin embargo, si desarrollamos parte fundamental del sentir emocional: conocimiento empírico. Nuestro sistema nervioso está diseñado, ya, con referencias esenciales para identificar el libido y la aversión, es ahora tiempo de que clasifiquemos dichos sentires con objetos o acciones para, en una instancia primitiva, sobrevivir. Claro esta que esta búsqueda por las diferentes emociones que el cuerpo nos puede proporcionar no está sino sentenciada por las normas sociales que recaen en nosotros cuando se educa. Momentos más tardes el razonamiento está desarrollado casi por completo y se empiezan a cuestionar las dichas normas sociales y se quiere entender de fondo la redacción de las mismas. Claro está que desistir en la tarea antes mencionada es común, puesto que el libido es muy difícil que se encuentre en forma de razonamiento y pensamiento, sino es aversión claramente.
Puesto que también en la etapa infantil nos encontramos con los momentos precisos en los que nuestra libido y aversión toman la tarea de etiquetar los objetos y acciones que van acorde a cada definición el subconsciente y el inconsciente toman un papel fundamental en la precisa encomienda. El subconsciente es el que nos permitirá recordar las acciones y experiencias de dichas etiquetas, mientras que inconsciente es el que suprimirá las emociones que se experimentaron en experiencias dolorosas o traumáticas. La pregunta radica entonces, ¿podemos realmente tener identidad o estamos a expensas de la imagen?
Ciertamente en estos sintetizados párrafos se ha propuesto explicar como la identidad como lo que se ha concebido como esencia de nuestra existencia, dicho en otras palabras, el núcleo de la diferenciación de cada uno de nosotros y que no se puede cambiar aunque sí suprimir. Por otro se comprenderá como imagen a la expectante tarea de convertir, transformar u oprimir las percepción de las emociones motoras de un ser humano. En otras palabras las experiencias, educación, normas sociales y presión social son consecuencias inminentes de la imagen cual se percibe que se debe tener, por consecuencia es imposible determinar el nivel de percepción y sensibilidad de las emociones se remite que mínima y primerísima expresión de vida. Es inminente mencionar que la respuesta a la consigna debiese de ser no por la contaminación de la percepción y opresión de las emociones mismas por vivir en comunidad, no podremos dejar de mencionar que el individualismo estará incompleto mientras que sigamos viviendo en grupo. Todos somos parte de una opaca imagen ocultando a un bello yo.
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