domingo, 20 de octubre de 2013

Para T

Tal vez hemos cumplido el deber de soportar el uno del otro, como si fuera una necesidad imperativa en nuestras vidas. Ahora ya es puro disfrute coloquial el que nos otorgamos libremente, es cierto que las preguntas que alguna vez rondaron como ciclos infinitos en tu mente, ahora ya no son necesarias como en aquél entonces. Sin embargo, he de admitir que algún día futuro lo serán y probablemente caigamos en la misma instancia anterior, pero ahora es tiempo de alegre secuencia, aunque relativa claro está por la actitud que se tome ante ella. En la líneas que escribo solo puedo imaginarme la tentación de observar el rostro muy tuyo de felicidad y probablemente nada entender de lo que podré escribir, si esto es verdad lo más sensato es que tu risa se haga presente. Tal vez he perdido la interpretación de premoniciones que tantas veces te ha hecho soltar la felicidad en una sonrisa, pero hoy quien soy yo sino un extraño que te intenta escribir con el corazón una parte de lo que ha vivido contigo.

 Recapitular los instantes que más hemos disfrutado sería solo viajar sobre viejas memorias consumidas por el tiempo, se me hace insensato y me produce náuseas hacerlo. Por lo que ahora solo hablaré de algún deseo que me gustaría compartirte a ti el día veintiuno. Es posible que encuentres a personas interesadas utilizar tu rostro como una máscara para encontrar lo que desean, esta clase de personas está donde menos te lo esperas y tienen nombres conocidos, es más hasta podría ser yo. Claro que la advertencia podría ser enfatizada en una ocasión donde la ilustración sea tu vida, algún día llegará ese momento y creo fervientemente que no necesitarás de un juicio externo para analizar y saber que es lo que pasa.

Aunque parecen pocas solo hoy tengo dos cosas que decirte. La primera ya está dicha, pero la segunda es un tanto más importante por toda la carga empírica que recae sobre ella, tal vez hasta poética podría sonar o solo te parecerá una oración patética con sentido abstracto; eso es lo interesante de la siguiente dicha. Si tomará el mundo por sus dos extremos y los intentará separar pese a toda su uniformidad, muy probable que lo lograría sin hacer mofa de lo inerte que es el planeta. Pero, ¿cual sería la necesidad de romper en dos la uniformidad de un cuerpo? Posiblemente pensarás que solamente mi gran egocentrismo es la motivación principal y única de tal acción, puesto que no es así esta acción tiene un sentido más generalizado y aunque demasiado abstracto es posiblemente la mejor manera de explicar lo que redunda en mi mente. La uniformidad y balance de cualquier cuerpo sostiene sus características y propiedades solamente cuando está junto, esto significa que al separarse existe una gran revolución de altercados que fastidian la homeostasis del ser en cuestión.

Es por lo anterior que la gran maravilla que debemos mantener es una uniformidad de nosotros mismos. Posible es que tu mente de vueltas en este momento aunque yo confío en que has digerido el mensaje dicho. En los seres humanos la uniformidad es la mente y el cuerpo; aunque mayormente que mente me gustaría llamarle alma – sin embargo no es mi primera opción puesto que no hay sustento científico que sustente esta segunda o al menos que yo conozca. Es importante que la siempre controles quién eres, tal vez la dirección que tome tu vida no es de lo más importante puesto los planes son solo suposiciones inexactas que deprimen. El alma controla al cuerpo, así se consigue la homeostasis de la vida. La pregunta en cuestión siguiente que sugerirás es: ¿cómo hago eso? Desgraciadamente es una pregunta con respuesta única e individual, lo único que es posible para mí mencionar es que no es fácil llegar a esa respuesta con verdad no absoluta y en constante cambio. Espero que te haya hecho pensar, si no fue así creo que he fracasado el día de hoy. ¡Felicidades!

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