Erica abrió los ojos y sonrío al verme junto a ella. Estiro los brazos y retorció el cuerpo, hizo un sonido que en cualquier otra persona me hubiera molestado pero en ella lo encontraba hermoso. Me preguntó que si ya estaba despierto porque no me había alistado, yo sonreí, me di la media vuelta y seguí la ordenes de mi esposa. Interesante es como el amor, en algunos casos, nos puede hacer que concedamos caprichos que nunca creímos satisfacer. Me aliste y a las cuatro de la tarde ya estábamos comiendo en el restaurante del hotel. La ambientación del comedor era singular para la vista de los huéspedes pero común en la vida cotidiana de Hawaii. Estábamos al aire libre junto al mar, se podían escuchar el trueno de las olas con la arena, un sonido suave que iba perfecto con una tranquila charla de la tarde. Columnas de madera sostenían el restaurante y daban un efecto rústico, estás estaban adornadas con diferentes totems. Los totems hawaianos le parecían horribles a Erica, sin embargo a mi me fascinaban, los encontraba, aunque no hermosos, chistosos enseñando sus dientes intentando hacer una sonrisa, otros tantos haciendo muecas o enojados variaba del diseño y lo que significaban. Los totems tenían una nariz enorme que se realizaba en base a un triángulo que en algunas ocasiones se encontraba de cabeza, sus ojos podían ser redondos, ovalados y hasta cerrados, muy grandes. Desde que llegamos a Hawaii y vi el primer tótem me dije que compraría uno y cepillaría sus dientes todos los días, al escucharme, Erica, se rió y solo comentó -- Ni lo pienses -- y siguió caminando. Las mesas del restaurante eran de caoba fina y no tenían mantel que las cubriera, las sillas al igual eran de caoba, su diseño en el respaldo era el que le daba identidad ya que la caoba solo actuaba como marco mientras que dos cilindros metálicos color negro atravesaban el respaldo formando una equis.
Erica pidió una hamburguesa con papas fritas, yo secunde su pedido. Mientras esperábamos mi mente y ojos solo se concentraban en los totems, me divertía ver la forma de sus caras y pequeñas risas salían de mi sonrisa cuando Erica habló:
-- ¿De qué te ries?
Yo la volteé a ver y observe que tenía una leve sonrisa en su rostro -- De los totems -- le respondí.
-- Ni creas que vas a comprar uno -- me mencionó en tono imperativo y se volvió a su celular
Consternado por su respuesta tan opresiva a mi libertad la cuestioné -- ¿Por qué no?
-- Porque no me gusta.
-- ¿No te gusta?, pero a mi sí.
-- Pero yo no me voy a sentir a gusta con un tótem en mi casa.
-- Pero yo lo quiero.
-- No lo vas a comprar, es decir, si te importo.
-- ¿Si me importas? Años más tarde cuando la rutina absorba nuestras almas y el corazón se pierda en el deber del amor y necesite una guía, en ese momento sabrás si me importas, porque solo en ese espacio y tiempo lo que hoy considero hermoso de ti se volverá común y ordinario, pero ¿sabes qué?, hoy te digo que eso no importará porque yo te amo a ti y cada una de tus perfecciones que se volverán en imperfecciones, tus caprichos que serán molestias, pero hallaré alguna forma de encontrarte sentido para que siga a tu lado, nunca me rendiré. Pero ahora por lo que me dices dudando de la importancia que tienes en mi vida ya no sé si la que se rinda y ya no quiera encontrar el sentido para amar al otro eres tú, sino puedes encontrar el sentido a un pequeño capricho que tengo en un tótem que consideras no bello. Cuando lo bello es subjetivo y por terquedad humana solo queremos que nuestro pensamiento de algo hermoso o bello se tenga que cumplir en solo el aspecto que nosotros queremos y no en el que todo el mundo puede tener, todo es bello lo importante es saber como mirarlo. Yo te amo y no me cansaré de mirar en todas direcciones para encontrar que tu belleza es infinita y espero que algún día encuentre todas tus infinitas imperfecciones, porque así sabré la descripción de mi amor perfecto.
Erica se quedó callada intentando digerir todo lo que le había dicho con lagrimas en los ojos, después de unos momentos me sonrió y me dijo -- Gracias --
CGRGC
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